miércoles, 19 de noviembre de 2008

FUTBOL,"Lo importante es que se lo pasen bien"

Con frecuencia solemos caer en la tentación de proyectar en nuestros hijos los objetivos que nos hubiera gustado alcanzar a los padres. Condicionamos su educación en base a programar medios para conseguir el "éxito", al que consideramos principio y fin de nuestra supervivencia social.
A menudo, asumimos con demasiada alegría los cánones establecidos por las reglas universales de la competencia, invirtiendo las escalas de valores tradicionales que funcionan como reguladoras de nuestra relación con la sociedad.
Deportivamente, el niño asume desde temprana edad las consignas que le trasmitimos los adultos, ser el mejor jugador, formar parte del mejor equipo y ganar la mejor liga. Continuamente solemos decir que lo importante es que "los niños se lo pasen bien", cuando en realidad lo que realmente queremos decir es que, si no triunfan nos quedará ese consuelo.
El niño está perfectamente capacitado para descifrar los códigos de conducta de los padres, educadores y entrenadores deportivos, y será esta conducta la que marque preferentemente sus pautas de comportamiento en el ámbito social y deportivo, independientemente de los mensajes maquillados que les intentamos trasmitir los adultos. Un gesto de contrariedad ante un fallo, una excesiva alegría ante un acierto, un comentario explicito sobre las excelentes cualidades de un compañero, les está indicando nuestra verdadera escala de preferencias, por lo que asumen que han de divertirse pero siendo los mejores.
No me siento capacitado para discernir entre la bondad de esta actuaciones, entre sus ventajas o desventajas, entre sus aciertos o fracasos, por lo que tampoco me atrevo a plantear ninguna solución definitiva, pero tengo el convencimiento de que es necesario cambiar el sentido de la pirámide de la presión social, colocando en su base la fuerza y energía que tiene la persona intrinsica, proyectándola en un solo punto al exterior.
Resumiendo, me gustaría estar convencido de que,"lo importante es que se lo pasen bien”, pero de verdad.

martes, 18 de noviembre de 2008

"UN GRITO DE SOLEDAD"



"Cuando la soledad se convierte en lamento y el corazón llora con lágrimas de amargura, el alma parte para el camino mas doloroso, el que se hace al interior de uno mismo".

(Andrés Ayala)

Pocas canciones transmiten este sentimiento como la de Ana Gabriel "Huelo a soledad", cantada a cappela en el Olympia de Paris.

Para oir la canción de Ana Gabriel PINCHA AQUI

lunes, 17 de noviembre de 2008

COMPARTIR o AYUDAR, "una diferencia substancial"

Durante mucho tiempo y propiciado por el orden establecido, han prevalecido las funciones sociales claramente diferenciadas por sexos, asignando mayoritariamente las labores especificas del hogar al femenino y las que se realizan fuera del mismo al masculino, modelo defendido y atacado por los diversos sectores y grupos de pensamiento dependiendo del modelo de sociedad que consideran idóneo y donde afloran argumentos difíciles de neutralizar por la consistencia de los mismos.
Sin atreverme a dogmatizar sobre este modelo, quiero centrar mi comentario únicamente en el convencimiento de que la palabra “compartir” asociada al concepto “participar en algo” asumida mayoritariamente, puede ayudar a recorrer el camino de la igualdad justa, comenzando en la célula primaria de la sociedad, que es la familia.
En la actualidad y empujados por el consumismo, se ha propiciado una mezcolanza de las tareas asignadas a cada sexo, consiguiendo un mayor reparto de los trabajos del hogar y fuera de él, donde el sexo femenino ha sabido adaptarse al trabajo externo, situándose en cotas como mínimo iguales a las del sexo masculino, aunque no siempre reconocidas, y donde el sexo masculino todavía mantiene el concepto de que el hogar es cosa del sexo femenino y, en el mejor de los casos, se le “ayuda”.
Ayudar, presupone intrínsecamente, dejación de responsabilidad, ya que ésta recae en el ayudado y la disponibilidad está limitada a la voluntariedad del que ayuda.
Es cierto que la sociedad patriarcal que nos ha dominado, ha contribuido mucho a la incrustación de este concepto en nuestro ámbito social, pero no es menos cierto que cuando una sociedad alcanza la mayoría de edad, los individuos que la componen también deben alcanzarla y no pueden defender excusas corporativistas e interesadas para evitar el cambio buscando el beneficio particular.
Las sociedades cambian y evolucionan cuando lo hacen los conceptos que las sustentan. Los conceptos cambian cuando lo propician los individuos que quieren evolucionar sin complejos. En el hogar no se ayuda en nada, en el hogar se comparte todo porque lo contrario es retroceder en la propia evolución de la sociedad, aunque esto represente despojarse del rígido machismo retrogrado.
Desterremos el verbo “ayudar” en el ámbito del hogar y asumamos el verbo “compartir” como símbolo de inteligencia tolerante.

sábado, 15 de noviembre de 2008

LOS REYES MAGOS ¿El inicio a la mentira?

No pretendo poner en tela de juicio una fiesta, que estando dirigida a los niños, hace que todos disfrutemos con ellos en una noche mágica. No voy a valorar la procedencia de la tradición, que siendo religiosa, está asumida por toda la sociedad como una fiesta laica en la que participamos todos, ya que el destinatario de la misma son los pequeños, fuerza y motor de nuestra sociedad de consumo y que celebramos en base a su ilusión compartida.
Esta reflexión está dirigida únicamente al “engaño” que hacemos a los niños en referencia a quien aporta los regalos en la gran noche mágica.
Si aceptamos el criterio universal de que el fin no justifica los medios, no creo que se pueda justificar la “mentira” de Los Reyes Magos en defensa del mantenimiento de una ilusión, máxime cuando tengo dudas de la bondad de la mentira.
Cuando un niño, mucho antes de lo que pensamos los adultos, conoce la verdad, y ésta no le ha sido desvelada por los padres en el momento adecuado, puede desarrollar un sentimiento de culpabilidad por haber roto el encanto del secreto que le obliga a buscar mecanismos de defensa básicos, como el disimulo y la negación de la verdad, para no ser descubiertos.
En este punto puede saltar la duda, ¿Estamos enseñando a los niños a mentir por primera vez?
Cuando intentamos establecer con los pequeños un código de comportamiento en nuestras relaciones basado en la verdad y en la necesidad de transparencia, el concepto pierde todo su valor, porque la mentira no tiene tamaño ni naturaleza, y nunca tiene justificación, simplemente es una mentira, una distorsión premeditada de la realidad y en la que ya hemos caído.
Posiblemente, cuando en su entorno se le ha desvelado la verdad, ha podido defender la “mentira” con la suficiente vehemencia como para sentir posteriormente un ridículo difícil de perdonar, agravando los efectos de la farsa.
Quiero defender la posibilidad de disfrutar de la noche de Reyes como se disfruta de cualquier otra fiesta laica, participando de un espectáculo que impregna la calle de misterio y alegría fomentando los valores para crear la ilusión sin necesidad de recurrir al “engaño”.